Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles (Bertold Brecht).
“La tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil. Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo”.
(Aparte del discurso de Fidel a su llegada a la Habana el 8 de Enero de 1959)
Este hombre imprescindible, que el imperio odia más allá de los huesos y que intentó asesinarlo más de 600 veces, ha dejado claro con su ejemplo, que un revolucionario siempre dice la verdad. Y en su accionar de guerrillero o de estadista brilló ésta como una gran joya de su ética y de su compromiso revolucionario.
Cuba, cuna de grandes hombres y también de esbirros miamenses asociados al imperio, ha generado un derrotero sinigual de moral y ética en el continente, impensable, si no fuera por su ejemplo. El triunfo de la revolución, liderada con ardor por el comandante en jefe, Fidel Castro Ruz, llevó a que el espíritu secular de libertad se impusiera en Cuba y se esparciera por el continente como un nuevo fantasma. Desde el mismo momento del triunfo revolucionario y de la mano de la reforma agraria, de la confiscación de bienes del imperialismo, del juzgamiento de los terroristas batistianos que habían sembrado la muerte en el seno del pueblo cubano, de la alfabetización que como luz de amanecer se explayó por toda Cuba; de sinnúmero de acciones estatales audaces que intentaron impedir la confiscación de la soberanía cubana, incluyendo el establecimiento de relaciones comerciales, políticas y culturales con los antiguos países socialistas, y en fin, de la mano de una ética martiana sin par en el continente, la revolución cubana se erigió en faro de las acciones más revolucionarias y humanistas no sólo de América sino también del Tercer Mundo. Cuba mostró un camino y derruyó un mito: una revolución puede ser triunfante si todo el pueblo se involucra en ella, así ésta suceda a 90 millas de un gran imperio.
Cuba y todos sus líderes empezaron a ser mirados como una amenaza por el imperialismo y sus lacayos y como un paradigma por los pueblos. El “mal ejemplo” había que derrotarlo o borronearlo como mínimo, para bien de las conciencias capitalistas de la guerra fría: la expulsión de Cuba de la OEA- llamada ahora por Fidel, basurero histórico- en la reunión de Punta del Este en 1962, la explosión del buque francés La Coubre, con 101 muertos y más de doscientos heridos, la invasión a Bahía Cochinos, la infiltración de terroristas y de enfermedades para los hombres, cultivos y animales de crianza, la operación “Mangosta”, el genocida bloqueo económico y otros tantos adefesios, muestran retrospectivamente más a un imperio desesperado que a una población o a unos líderes derrotados. Cuba y su liderazgo calcula el daño ocasionado por el imperio yanqui en vidas y bienes, desde el año 1960, en más de 82.000 millones de dólares, que en valor presente neto puede ascender a un poco más de US$ 200.000 millones.
“Y no sólo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Sólo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir Patria. Y la disyuntiva nuestra sería «Patria o muerte»”. (Palabras pronunciadas por Fidel Castro en el entierro de las víctimas de la explosión intencionada del buque “La Coubre” el 5 de Marzo de 1960).
Esa Patria tendría después la connotación universal martiana: “Patria es humanidad”, y Cuba estaría ayer en Angola derrotando estratégicamente a los sionistas y racistas de Sudáfrica, en la batalla portentosa de Cuito Cuanavale, y hoy, con la impronta de Fidel, la huella humana de Cuba está por doquiera la necesidad humana apremia: Pakistán después del terremoto, Honduras, Guatemala, Nicaragua, Venezuela, Bolivia; las brigadas médicas y pedagógicas se encuentran en esos países y muchos más, poniendo a salvo a la población más pobre ya de enfermedades del cuerpo, ya de necesidades del espíritu. La campaña de alfabetización, “yo sí puedo”, ideada por Fidel, ha dado paso a más de 3 millones de personas alfabetizadas en el mundo, y la campaña médica “operación milagro”, ha dado luz a millones de penumbrosos ojos de hombres pobres del continente americano.
Fidel, visionando lo que los presidentes latinoamericanos serviles al imperio no podían hacer, lanzó una alerta temprana en la década de los años 80’s, para evitar que la deuda externa diezmara estas economías y se opusieran los países en pleno al saqueo imperialista de recursos y riquezas. La profecía se cumplió al pié de la letra: la deuda exterior latinoamericana se ha pagado desde entonces cerca de tres veces lo prestado por las corporaciones financieras mundiales. En junio de 1992, en Río de Janeiro, advirtió también a la comunidad internacional que la especie humana estaba en riesgo de desaparecer como consecuencia de la destrucción de sus condiciones naturales de vida, en tanto el medio ambiente estaba amenazado de muerte con las recurrentes emisiones de dióxido de carbono y la sobreexplotación de los recursos del planeta, erigiéndose en el primer estadista en sentar un precedente del ahora tan cacareado cambio climático mundial.
La destrucción de la capa de ozono, los gases de efecto invernadero, la contaminación de las aguas y la privatización de este derecho humano, la destrucción de vastas extensiones de tierras por los monocultivos de la revolución verde antiecológica, y la amenaza que ahora hacen los agrocombustibles a la alimentación humana en tanto se prioriza la energía para los automóviles del Norte capitalista por sobre la calidad de vida de los habitantes del planeta, ha sido respondida en Cuba con la revolución energética para disminuir agresivamente el consumo de combustibles fósiles y utilizar las energías renovables como punta de lanza del consumo, la disminución del empleo de materiales clorofluorcarbonados(CFC’s) y otros tantos clorados que destruyen la capa de ozono, el incremento enorme de la reforestación y del uso de fertilizantes agroecológicos, y asimismo, con una campaña educativa sin par en el mundo para evitar el despilfarro y mejorar la gestión energética en el seno de la sociedad cubana.
Medidas tan simples y tan efectivas como reemplazar bombillos de tungsteno por bombillos luz de día o luz fluorescente que conllevan a un gran ahorro energético, fueron lideradas por este gran jefe de la revolución mundial. Como dijo algún día García Márquez, cuando solía decir cosas interesantes: “La principal bondad de Fidel es que es el jefe de gobierno y encabeza a su vez la oposición”. Fidel, el estudiante revolucionario, el jefe guerrillero, el gran estadista y ahora el compañero, sigue prestándonos a los seres humanos que tenemos una gran convicción en un futuro mejor, un gran servicio, pues en la edad dorada de su vida ha pasado a ser el compañero que desde el ruedo de su experiencia nos avisa de los potenciales riesgos o de las fascinantes oportunidades que existen en todas y cada una de nuestras actividades.
Desde esa bella tribuna de opinión, llamada “Reflexiones del compañero Fidel”, nos ha escrito pensamientos de delicioso sabor y contenido, como por ejemplo: “Ni un solo día de mi vida dejé de aprender algo”. “Martí nos enseñó que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”. He dicho y repetido muchas veces aquella verdadera cátedra de ética contenida en sólo 11 palabras”. Frases de tan hondo calado como: “Afortunadamente las conductas ejemplares siempre se multiplican en la conciencia de los pueblos, mientras exista nuestra especie” y esta otra, que refleja la interiorización de la filosofía martiana: “Todo puede ser comprado con dinero menos el alma de un pueblo que jamás se puso de rodillas”.
Fidel, el compañero, el camarada, el jefe espiritual de millones de hombres que pensamos que otro mundo es posible, no desaparecerá jamás de la historia de los pueblos, y por el contrario, hará parte de esa pléyade de hombres que su sola presencia enaltecen a la especie humana y le enseñan que otro mundo sí es posible. Mientras estos titanes brillen con luz propia, los pueblos estaremos prontos a seguir la huella imborrable de su pensamiento. Fidel, al lado de hombres como Ghandi, Martín Luther King, Ho Chi Minh, Malcom X, Ernesto Guevara de la Serna, Carlos Marx, Engels, Lenin, Augusto César Sandino, Quintín Lame, Jorge Eliécer Gaitán y tanto otros héroes y mártires de la humanidad, completará ese escenario de reverencia para las futuras generaciones y para los idearios de justicia y libertad que todos y cada uno de nosotros tendremos que ir hilvanando de la mano de ellos, personajes imborrables e imperecederos. Honor y gloria a todos. La historia no nos absolverá, si su ejemplo no es imitado, si su pensamiento y acción no son traídos al seno de nuestros rebeldes espíritus.